Cuando decidimos contratar un seguro, sea de la rama que sea, nuestra principal preocupación es que este nos cubra las espaldas hasta cierta cantidad. Dicha cuantía es la cobertura de la que disfrutamos ante cualquier tipo de inconveniente recogido en el contrato que hayamos firmado. En otras palabras, es la obligación del asegurador para con nosotros.
Por norma general, la compañía aseguradora nos ofrece coberturas adicionales a las básicas a cambio de un aumento de la cuota. Esto significa no solo un aumento de la cuantía de dicha cobertura, sino de las responsabilidades que asume la entidad. Al final, la cobertura se traduce en la garantía de que el seguro estará ahí en el caso de que nuestro acuerdo previo así lo haya definido.
Además, también se llama cobertura a las distintas subdivisiones dentro de un mismo seguro, pertenezca al campo que pertenezca. Es posible que nos permitan eliminar algunas de ellas para abaratar la cuantía de dicho seguro, pero por lo general existen paquetes básicos que no se pueden reducir.
¿QUÉ COBERTURA CONVIENE CONTRATAR EN UN SEGURO?
Esta pregunta tiene una respuesta tremendamente sencilla que, a su vez, resulta tremendamente complicada de afrontar. A la hora de contratar coberturas para un seguro, lo mejor es que elijamos todas las que nos ofrezcan, ¡porque estaremos más protegidos! Sin embargo, a más coberturas, mayor precio tendremos que afrontar en nuestras cuotas. En realidad, aquí la figura del agente resulta clave. Es a él al que hay que contarle qué nos ha llevado a contratar el seguro, y será él quien nos guíe hacia las coberturas que más se ajusten a cada situación ajustándose siempre al presupuesto con el que se cuente.
De ahí que lo más probable sea que tengamos que elegir cuáles quedarnos y cuáles desechar, aunque no resulte sencillo hacerlo. Lo más indicado es pensar con serenidad qué inconvenientes es más probable que nos surjan en función del tipo de seguro que nos estemos planteando contratar y de nuestro modo de vida. Una vez más, el consejo del agente resultará vital para acertar con nuestra decisión.
Por ejemplo, no es lo mismo contratar una cobertura para un seguro de viaje nacional que uno internacional, para una casa con niños que una sin ellos o para un coche con el que únicamente circulamos por ciudad que uno con el que tenemos pensado hacer viajes largos con asiduidad.
Al final, como ya os hemos dicho, la cobertura es la responsabilidad que asume la aseguradora en caso de necesidad, así que… ¿por qué pagar por unas coberturas a las que no vamos a estar expuestos? Esa debe ser la clave a la hora de descartar una cobertura y no su precio, ¡un seguro es una inversión en tranquilidad y bienestar!